Un espacio para hablar
Entre la emoción de empezar mi práctica profesional, los nervios por a conocer una parte del equipo de EducaThyssen y la curiosidad por vivir en carne propia su forma de trabajar...
Entre la emoción de empezar mi práctica profesional, los nervios por conocer una parte del equipo de EducaThyssen y la curiosidad por vivir en carne propia su forma de trabajar, el sábado 6 de abril participé por primera vez de una de susactividades. Conocía el proyecto Musaraña por haber participado en 2016 en el Congreso Repensar los Museos. Luego pude conocer a Eva García y Rufino Ferreras cuando participaron como oradores invitados en un encuentro que organizamos desde la Dirección Nacional de Museos en 2017 en Buenos Aires y San Juan. Lo llamamos Museos circulares y la idea era debatir, construir redes y fomentar el vínculo entre museos y escuelas. Elegimos lo circular como símbolo para un encuentro entre docentes y educadores de museos, sin jerarquías, en intercambio constante y donde pesaba más lo personal que lo institucional. Si continuamos con el círculo como símbolo, podemos decir que Musaraña es una espiral en construcción permanente gracias a los aportes y el compromiso de muchísimxs docentes. Igualmente, una cosa es escuchar sobre un proyecto y otra cosa es vivirlo y que te atraviese el cuerpo.
Ahora era el momento de experimentarlo. Desde el primer correo electrónico que recibí de Ana Andrés para participar del encuentro del sábado se notó una gran calidez y horizontalidad, que luego se hicieron presentes y tangibles durante el día. Sentí que nuestras ideas eran fundamentales para construir juntxs el futuro del proyecto. Algunxs de los participantes llegamos un ratito antes, y aprovechamos para sentarnos en los bancos de la entrada y empezar a charlar. Habían 2 o 3 que ya eran habitués del proyecto, y lxs demás veníamos por primera vez. Un consejo práctico que nos dieron lxs habitués fue que llevemos los abrigos porque si nos sentabamos mucho tiempo en el piso ibamos a agarrar frío. Me llamó la atención. Después de unos minutos llegaron las 3 Anas y comenzamos la primera parte del encuentro. Nos dividimos en grupos en función de nuestra “tarea” que habíamos recibido por mail. Algunxs tuvieron que investigar y elegir una comunidad y en mi grupo nos tocó elegir un proyecto artístico/educativo olvidado o emergente que nos enamore. Ya de entrada el amor estuvo presente.
Cada Ana se fue con grupo a una sala distinta del museo. Cuando llegamos a nuestra sala, donde habían muchos paisajes, nos sentamos en el piso en ronda. Ana instaló en la sala un trípode y una tablet. Pensé “debe ser para filmarnos”, y me olvidé. Fuimos anotando y dibujando en un papel gigante lo que nos llamaba la atención del proyecto que había seleccionado cada uno. Al final, teníamos un mapa de frases, palabras y dibujos donde se destacaban las palabras “afecto”, “comunidad”, “revolución”, “narrativa”, “simpleza”, y los conceptos de “con” y “para”. En un momento la tablet nos sorprendió reproduciendo sonidos, música y una voz empezó a llamarnos. Ana nos explicó que era momento de ir a otra sala. Cuando llegamos, nos esperaban unas alfombras de colores y almohadones (pensé que las chicas estaban en todo, que habían tenido en cuenta lo del piso frío), y unos escritorios con computadoras, cables, enchufes, micrófonos y parlantes al lado de un Picasso. Era un programa de radio en vivo que habían armado unas docentes. Ya me pareció genial que hayan decidido intervenir una sala silenciosa, contemplativa y solemne, pero lo que más me gustó fue que lxs docentes tomaron la posta y armaron esta intervención. Generalmente, si suceden intervenciones en sala, suelen quedar en manos de artistas contemporáneos y performers, pero en este caso lo hicieron las mismas personas que participan del proyecto, a puro pulmón. Al mismo tiempo que sucedía esta actividad, lxs visitantes del museo recorrían las salas, y se armó un cruce muy interesante. Las caras de sorpresa y la incomodidad del cuerpo ante lo desconocido de las personas que entraban a la sala contrastaba con la calidez y el sentido fraternal del encuentro.
Poco a poco, algunxs visitantes se empezaban a sumar y a relajar el cuerpo. Es interesante pensar en la costumbre de tener el cuerpo rígido, limitado, en las salas de un museo y como este tipo de intervenciones y actividades en sala hacen que apretemos el botón de reset para reconfigurar y soltar el cuerpo. De golpe aparecieron ruidos, aplausos, abrazos, risas y música en las salas del Thyssen. Disidencias, afecto, colaboraciones y “Fiesta, fiesta, fiesta” fueron algunas de las cosas que acordamos no tienen que faltar a la hora de armar nuestras propias recetas entre docentes y educadores. Musaraña es el encuentro, el consenso, la disidencia, el abrazo, el “pasame tu teléfono así hacemos algo juntxs” y el “nos vemos la próxima”. Musaraña es una de las formas de habitar el museo. ¡Gran comienzo de práctica tuve en el Thyssen!