Barrio, barrio, barrio
¿Son los barrios una extensión de los centros educativos? Os cuento algunos de los aprendizajes que me llevo del encuentro para docentes Al salir de clase: Barrio, barrio, barrio.
Para los docentes que nos reunimos en el encuentro Al salir de clase: Barrio, barrio, barrio el barrio es el espacio donde podemos ir en zapatillas, sacar la silla a la calle para conversar con los vecinos; donde nos conocen por nuestro nombre, nos fían...; donde nos atienden sin pedir en el bar, porque saben lo que nos gusta, o podemos comprar productos de proximidad en el mercado; el lugar donde se vive frente al lugar donde únicamente se duerme, el epicentro de nuestras fiestas…
El barrio también puede ser una tutoría ampliada donde las niñas/os aprenden los límites de un entorno seguro, lo que se puede y no se puede hacer, donde jugar... Las calles son el espacio donde podemos detenernos a hablar y donde se enraíza nuestra infancia y adolescencia. Creo que nuestros recuerdos están tejidos en las calles de nuestros barrios. Y, desde esa perspectiva, el espacio cobra nuevo significado. Así, al sentir este espacio como algo propio, lo valoramos, renovamos nuestro sentido de pertenencia y las calles nos empiezan a hablar, generando identidad y comunidad. El artista Friedensreich Hundertwasser ya nos recordó la importancia de nuestros barrios y ciudades, hace algunos años, cuando estableció que el ser humano está formado por cinco pieles metafóricas: la primera de ellas, nuestra epidermis; la segunda, la ropa; la tercera, la casa; la cuarta piel es la identidad, nuestro entorno más próximo, nuestro barrio o ciudad y, finalmente, la quinta, la tierra, nuestro planeta.
Partiendo de estas ideas, en este encuentro que os resumo, Yolanda Riquelme, del colectivo La Liminal, nos invitó a reflexionar sobre la no neutralidad del espacio público, buscando poner en valor aquellos lugares donde discurren nuestras trayectorias vitales. Para ello, buscamos también recuperar la memoria de lo desaparecido o de las figuras ausentes, para convertirlas en espacio de lucha; buscamos también nuevos usos de los espacios y pusimos el ojo en la necesidad de convivir con las otras especies que aún perviven en nuestros barrios. En definitiva, sentir los barrios como algo nuestro para buscar su máximo potencial.
Yolanda Riquelme también nos hizo participes de que existen diferentes formas de percibir los espacios de la ciudad y de relacionarnos con estos mediante rutas que reivindican espacios desaparecidos o itinerarios basados en intervenciones urbanas. Así, nos encontramos con propuestas como la del colectivo Elgatoconmoscas, Órbita Diversa, de la cuentista Frédérique Soulard, madre de las damas del asfalto y creadora del proyecto Belles de Bitume, la iniciativa de Jane Butzner Jacobs y sus Jane´s Walk o los paseos de Richard Long.
Las aplicaciones, los ejemplos para el aula son infinitos. Descubrimos como ejemplos la propuesta Paseo áureo, del IES Gerardo de Diego, la posibilidad de crear recorridos virtuales aprovechando la tecnología de Google Maps o las propias investigaciones desarrolladas por La Liminal, con sus activaciones sensoriales, paseos poéticos, rutas de las emociones o el homenaje a las lavanderas desarrollado en Arganzuela.
Por otro lado, con Salvador y Eva, educadores del museo, trabajamos el espacio público desde algunas obras del Thyssen. Así, pusimos el énfasis en el juego y en las posibilidades que pueden generar las “ventanas pictóricas” en la obra de Edward Hopper; continuamos buscando las “huellas de la vida” presentes en el espacio urbano gracias a George Grosz; pensamos en la importancia de las plazas con los artistas holandeses; reflexionamos sobre el brutal impacto del turismo en las urbes tomando como referencia las vistas de Canaletto, o abordamos la ciudad como reflejo de la historia con la obra de Jan van Kessel III.
En resumen, fue un encuentro eminentemente práctico donde recorrimos los espacios –interiores y exteriores- del museo y sus obras para crear nuestras propias rutas y dejar que las calles de la ciudad nos hablasen. Por ello, como parte de nuestra práctica y tomando como punto de partida lo visto y aprendido, los docentes nos lanzamos a crear diferentes itinerarios: en una primera ruta guiaron nuestros pasos las respuestas a sencillas preguntas que nos alentaban a tomar un rumbo u otro; en un segundo recorrido, observamos los espacios urbanos desde la perspectiva de un padre con su hijo; en una tercera propuesta, las nuevas tecnologías, “fundimos” el pasado y el presente de los habitantes del Paseo del Prado. El último de los itinerarios nos permitió recuperar la visión de la ciudad, de los que ya no están, sus antiguos habitantes y sus oficios desaparecidos.