Grandes bulevares, calles iluminadas, medios de transporte de masas, altos edificios o galerías comerciales empezaron a dibujar el nuevo paisaje de la ciudad de París en la segunda mitad del siglo XIX. La urbe había iniciado el camino a la modernidad que la situó en un lugar pionero y vanguardista en el terreno artístico. En París, se multiplicaron los espectáculos; un nuevo concepto de ocio había nacido.
A escena
Cantantes, actores, músicos...
Pintores que son fotógrafos, artistas que pintan como otros cantan, creadores que parece que danzan mientras pintan. El arte es una experiencia completa y hay muchos artistas que se han sentido atraídos por diferentes disciplinas; conectando con ellas a distintos niveles, desde la práctica a la mera contemplación, desde la influencia a la fascinación. Por ello, paseando por las salas del museo, podemos encontrar pinturas que nos trasladan al mundo de las artes escénicas. Cantantes, actores, músicos o bailarinas cuyo arte efímero pasó a ser inmortal a través del pincel.
La edad dorada de París
Bailarinas y movimiento: Edgar Degas
Cada giro, posición y movimiento de la disciplina del ballet fue analizado por Edgar Degas. Mirada escrutadora, ojo minucioso de un artista sobre otras artistas. Degas comienza a interesarse por el mundo del ballet a finales de la década de 1860, cuando su época de esplendor ya había finalizado. El ballet estaba en un periodo de decadencia, ya no quedaban primeras bailarinas con nombres famosos, pero para el pintor esto fue irrelevante. Algunas bailarinas eran muy jóvenes, unas niñas. Su vida era extenuante y en algunos casos hasta miserable. A las más jóvenes se las denominaba “ratas” y solían proceder de familias empobrecidas. Las familias inscribían a las niñas en la escuela de ballet a los siete u ocho años, con la esperanza de una prosperidad económica. Después de pasar unos tres años en la escuela, se evaluaba si tenían potencial; si así era, a la edad de diez u once años empezaban a ganar un salario. Después de esta primera criba, las niñas pasaban otros ocho años de entrenamiento, con la perspectiva de alcanzar un estatus respetable. Hasta entonces, seguían siendo las “ratas” vestidas con ropa desechada e insuficientemente alimentadas.
Degas pinto más ensayos de ballets que representaciones. Su objetivo no era ilustrarlos, sino analizar el movimiento y las diferentes posiciones del cuerpo humano. El pintor era un admirador de la fotografía, disciplina que conocía y practicaba. La influencia de la fotografía se hace notar en sus pinturas. A partir de 1870, la fotografía hace avances importantes en busca de la movilidad, explora reducir los tiempos de exposición para captar los detalles de una figura en movimiento. En este sentido, las imágenes de Eadweard Muybridge revolucionaron la fotografía y la forma de percibir el movimiento; en 1878, consiguió la hazaña de fotografiar un caballo al galope. A esta secuencia le siguieron otras muchas, que parecen ser el preámbulo de la imagen en movimiento creada por el cinematógrafo. La secuencia de Mujer bailando realizada en 1887, sin duda, nos transporta al universo de Degas. Fácilmente podemos imaginar a la Bailarina basculando (Bailarina verde) del Museo Thyssen realizando las posturas de la joven de la fotografía.
Cuando Degas se empezó a interesar por el ballet vivía cerca de la rue Le Peletier, donde el teatro de la Ópera de París aún estaba de forma provisional. En diciembre de 1860, Napoleón III anunció un concurso para el diseño de la nueva casa de la ópera. Y, para sorpresa de muchos, el proyecto ganador fue el de un desconocido joven llamado Charles Garnier, cuyo diseño permitía acomodar a grandes audiencias y se ajustaba a los gustos del imperio. La situación terrible de la economía, la guerra contra Prusia y la muerte de Napoleón III ralentizaron terriblemente el avance de la construcción. Finalmente, el 5 de enero de 1875 se inauguró el teatro y París tuvo un nuevo hogar para sus óperas y ballets.
Cabarés: Henri de Toulouse-Lautrec
Pintor y litógrafo, Henri de Toulouse-Lautrec ha pasado a la posteridad como el artista que retrató la vida del París de finales del siglo XIX. Hijo de una familia de grandes terratenientes. En 1882 se trasladó a París para comenzar su formación como pintor. Tras un corto periodo de tiempo en el que se sintió cercano al impresionismo, comenzó a desarrollar un estilo personal muy ligado a preocupaciones comunes con otros artistas contemporáneos.
Toulouse-Lautrec tenía su propio taller en Montmartre y era frecuente verlo tanto en museos como en tabernas. Sus salidas nocturnas le proporcionaron temas para su obras y fama en todo París. A diferencia de Degas, Toulouse-Lautrec prefirió caminar por las carreteras secundarias de las artes escénicas. La bailarina de cancán Jane Avril, Valentín el Descoyuntado o Yvette Guilbert fueron modelos de sus cuadros y grabados.
En 1893, Emma Laure Esther Guilbert, más conocida como Yvette Guilbert, firmó un contrato con el famoso cabaré del Moulin Rouge. Ese mismo año, Toulouse-Lautrec le dedicó varios retratos que la convertirían en un icono de la bohemia. Todos en París conocían sus largos guantes negros y sus actuaciones, en las que mezclaba fragmentos cantados con otros dramatizados. La diva, que antes había trabajado en talleres de costura, comenzó una vida de éxito y giras internacionales.
Los cabarés son el lado más oscuro, pero también el más sugerente, del París del siglo XIX. El término, de origen francés, significa “taberna” y empezó a utilizarse para denominar a ciertas salas de espectáculos nocturnos con actuaciones atrevidas y subidas de tono. Le Chat Noi o El Diván Japones fueron algunos de los más populares de la época, aunque es seguramente el Moulin Rouge el más conocido. Con una curiosa arquitectura y una decoración poco convencional, el Moulin Rouge abrió sus puertas el 10 de octubre de 1889 gracias a la iniciativa de los empresarios Charles Zidler y Josep Oliver.e. Allí nacería el “cancán francés” y los asistentes, además de disfrutar de este nuevo espectáculo, podían beber, comer y bailar en su gran pista. Curiosamente, el edificio nunca fue un molino, sino que esas aspas que lo hacen tan reconocible son una decoración que rinde homenaje a los orígenes rurales del barrio.
A escena
Cantantes, actores, músicos...
María Quintas
Área de Educación del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza