Los cambios a los que se han visto sometidos la sociedad -desde la globalización, a la revolución tecnológica, pasando por la hegemonía del neoliberalismo más salvaje- y, por tanto el mundo de la cultura y el propio museo han propiciado que a finales de milenio comenzará un proceso en que aún estamos inmersos.

Este proceso ha hecho que lo educativo haya empezado a ser visto -tras décadas en la que se produjo un deterioro de su importancia funcional al potenciarse su papel como servicio auxiliar dentro de las instituciones- como una oportunidad de intervenir en las ellas de una manera autorreflexiva y crítica más allá del cuestionamiento de autoridad y de la producción de conocimiento que se había producido en las últimas décadas del milenio en el marco de las dos primeras olas de lo que ha sido denominado crítica institucional.

Centrándonos en lo que Brian Holmes ha denominado tercera ola de la crítica institucional, donde la colaboración de agentes sociales y culturales pueden propiciar dicho cambio, creemos firmemente que lo educativo tiene un importante papel. En primer lugar porque la materia de nuestro trabajo son las personas, trabajamos con y junto a ellas. En segundo lugar porque nuestras maneras de trabajar -a veces acuciados por la emergencia causada de la falta de recursos o el papel secundario, subsidiario, al que hemos sido abocados ha permitido que desarrollemos redes y sistemas de trabajo cooperativo que son o pueden ser parte de los cimientos de esta tercera ola.

Pero por mucho que desde lo educativo se conozcan los públicos y las maneras de trabajar con ellos, si las instituciones no permiten dar algún paso de los públicos hacia los espacios más visibles y legitimizados de las instituciones, esto no será posible. En los museos, uno de estos espacios es sin duda el curatorial. El término curaduría educativa, al igual que el de crítica institucional o el de giro educativo, está muy devaluado. Esta devaluación ha sido sin duda causada por la apropiación que de estas cuestiones han hecho desde otras funciones, desde la curaduría al marketing en los museos, o desde los espacios más académicos y conservadores del sistema educativo. Pero en esta desvalorización, desgraciadamente, los educadores de museos también hemos participado.

Muchos han sido los intentos desde la función educativa  -algunos abortados antes de su nacimiento, otros limitados en su planteamiento inicial por lo institucional- de aplicar una curaduría educativa. En algunos casos esas propuestas -las menos- han tenido considerable éxito, en otros lo que se plantea como una revolución, simplemente se ha quedado a medias o ha sido una revolución fallida, un experimento, una anécdota. En educación, las cosas no se pueden quedar a medias, sea una exposición educativa o una actividad didáctica, sino es así corremos el riesgo de que lo que hemos pensado como revolución, se convierta, como dice la canción del grupo argentino La chicana, en un mero picnic.

Educadores de museos, elegid entre el riesgo o el picnic que nos ofrece el espacio de confort denominado educación tradicional. De vuestra elección dependen muchas cosas. Por nuestra parte, desde el Área de Educación del Museo Thyssen-Bornemisza, esperamos que Lección de Arte no sea solo una hermosa merienda campestre.

Y ahora os dejo con una canción, a modo de banda sonora de esta entrada...

Fecha de publicación:
6 de Noviembre de 2017
Imagen
Rufino Marcos

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