Habitarnos
El fin de semana del 8 y 9 de mayo tuvo lugar, con todas las medidas de prevención para un grupo reducido de participantes, el primero de los encuentros de Dinamo / Alternador con el nombre de Habitarnos.
Estos encuentros, concebidos como espacios de reflexión diálogo y formación, van dirigidos a profesionales de ámbitos comunitarios, sociales y sanitarios, siendo un proyecto que queríamos poner en marcha hace mucho tiempo y que por fin se hace realidad.
Este primer encuentro, Habitarnos, ha estado centrado en las relaciones entre el museo y el cuerpo. Para crear este espacio hemos contado con el diseño coordinado por los educadores del museo con la especialista Mercedes Pacheco Pavón, titulada Superior en Danza Clásica, docente del Conservatorio Superior de Danza María de Ávila a cargo del área de danza educativa, inclusiva y comunitaria, especialista en gestión cultural y cooperación para el desarrollo e impulsora y directora de proyectos como Alas abiertas.
El cuerpo es el espacio que habitamos y por tanto la base misma de nuestra existencia. Lo que sucede en el cuerpo marca un aquí y un ahora por donde pasan sensaciones, percepciones y reacciones. Nuestro cuerpo es un territorio al que habitualmente prestamos poca atención y que, en lugares como el Museo, se somete a códigos de estar, deambular y mirar que dejan poco espacio a su escucha priorizando los códigos verbales y de pensamiento.
Encontrar otras maneras de estar en el espacio museo, de afrontar la contemplación de las obras de arte e investigar en dinámicas y herramientas que nos permitan abordar nuestra relación con nosotros, los otros y los espacios desde nuestro cuerpo y a través del arte y el movimiento constituye el núcleo central entorno al que ha girado Habitarnos.
En este espacio encuentro hemos partido, en coherencia con la temática del curso, de la acción para pasar a la puesta en común y llegar a una reflexión basada en la vivencia que nos ayudara a generar los marcos teóricos.
Habitarnos comenzó con una intensa mañana de sábado en la que estuvimos tomando contacto y trabajando con dinámicas de movimiento en el aula taller EducaThyssen; desde el calentamiento del cuerpo, la deambulación por el espacio, el saludo o la mirada a dinámicas de relación y confianza en el grupo pasando por trabajos especulares por parejas y de diálogo y escucha activa para finalmente abordar el trabajo en grupo.
De una manera suave y progresiva Mercedes nos fue introduciendo en claves básicas del trabajo como: marcar los espacios, el enraizamiento, la postura y la estructura, la escucha activa, la mirada consciente. Herramientas que, de manera analógica, se relacionan con el trabajo de cuidado, soporte y docencia que los participantes ejercemos y que tienen que ver también con nuestra propia realidad, convirtiendo todo el curso en una experiencia-metáfora sobre las relaciones con uno, con los otros y con el espacio.
Así surgían preguntas como: ¿Cómo estamos? ¿Cómo esta nuestro cuerpo y como nos sentimos? ¿Cómo están los cuerpos de las personas de nuestras comunidades?, ¿Qué pasa cuando uno está acostumbrado a ser soporte y apoyo y se presta atención y escucha? ¿Es fácil dejarse apoyar?
A través de esas sencillas dinámicas guiados por la mirada atenta y cuidadosa de Mercedes fuimos conscientes de que el cuerpo, el movimiento y su disposición en relación a los otros y al espacio evidencian de manera casi automática y sin la necesidad de la palabra nuestra realidad en el momento.
En la tarde del sábado cambiamos de escenario, subiendo a las salas del museo, para trabajar con algunos cuadros de la colección y experimentar diferentes maneras de estar, mirar y relacionarnos con las obras de arte y los espacios. También para hacer trabajos grupales de movimiento en las salas.
Comenzamos con Friedensreich Hudertwasser y su Sol y luna. Los Aztecas.La obra de un autor inclasificable con vinculaciones con el art brut y considerado uno de los padres del eco-arte. La obra de Hundertwasser nos permitió establecer un dialogo en que los participantes reflexionaron sobre hechos como estar en los márgenes, la mirada, las etiquetas, el encajar o no encajar y sobre lo que nos pasa con lo que no nos cabe en el discurso. La teoría de las cinco pieles del artista vienés nos permitió poner un encuadre, en las salas del Museo, a la idea de habitarnos, de ser conscientes de nuestro cuerpo, de nuestras pieles, nuestro movimiento y sobre todo responsables de nuestra huella. La última de las cinco pieles, la idea del planeta como piel que nos engloba a todos y de la que somos responsables estuvo muy presente a lo largo de todo el fin de semana.
Después de ver Sol y luna nos dirigimos al impactante paisaje de Jasper Francis Cropsey, El lago Greenwood con su elaborado marco que se nos muestra como un mirador al inmenso paisaje otoñal que se nos entrega desde una pequeña vaguada, en su centro, que se abre al lago y al grandioso horizonte donde un sol, se alza o desciende, rosando las nubes de ese momento mágico en que nos sentimos mínimos ante la inmensidad de la naturaleza, su luz y sus colores.
Esta vez la experiencia fue muy diferente, no comenzamos un dialogo intercambiando nuestras impresiones sobre la obra y elaborando conceptos. Partimos de un largo silencio contemplativo descansando la mirada y abandonándonos a la respiración, escuchando nuestro cuerpo, sensaciones y emociones. Tras un tiempo de estar en la obra y de visualizarnos en ella, quien quiso y lo sintió, fue compartiendo palabras sobre el paisaje para después, entre todos, intercambiar nuestras experiencias dentro de la obra.
En la puesta en común posterior surgieron impresiones sobre cómo, viniendo desde la explosión creativa de Hudertwasser, algo tan tradicional como el paisaje de Cropsey había sido prejuzgado en un inicio. Pero como, después de la vivencia en contemplación desde la respiración y el estar en la obra, se había convertido en algo mucho más accesible que nos transportaba a los territorios emocionales de otros paisajes conocidos, respirados y vividos y como la manera en la que habíamos visto Sol y luna, sin menospreciar toda la riqueza de la reflexión y el discurso, se convertía en algo mucho más inaccesible y duro.
Como último cuadro, La sala del concejo del ayuntamiento de Ámsterdam ,del pintor holandés Peter de Hooch nos sirvió para, a través de un proceso de escritura automática, rescatar ideas, impresiones y sensaciones que nos permitieran poner en movimiento la vivencia de la obra. Una pequeña variación para encarnar todo lo percibido de la obra en la escritura automática.
Por último, como cierre del sábado realizamos dinámicas de movimiento en conjunto como la del banco de peces en fila y en grupo. Unas dinámicas que hacen imprescindible la escucha activa, la empatía y trascender lo individual, sin perderlo, para formar parte de lo grupal en su sincronía. Una sensación, la de grupo en movimiento y la de la atención y la escucha al otro que nos impactó especialmente.
Este momento de las dinámicas grupales fue un tiempo de ocupar los espacios de otra manera, de habitar el Museo entre obras y espectadores transformando las jerarquías y maneras de estar y mirar en las salas y, para nuestra sorpresa, una parte de los espectadores no solo no se sentían incómodos o molestos, sino que mostraban interés y nos preguntaban como participar.
Fueron siete horas de encuentro, el sábado, que nos dejaban la sensación de un largo viaje a través de nuestro cuerpo, de las obras y del Museo. Con una gran cantidad de información por asimilar, y aún un poco impactados por la cantidad de estímulos vividos.
Las cuatro horas del domingo comenzaron con el visionado de trabajos de compañías inclusivas como Stopgap , o en escenarios especiales como la pieza de Tarek Aïtmeddour en las terrazas de París, o combinando ambas como la pieza de Sue Austin en el fondo marino Freewheeling. Para cerrar esta parte visionamos el video empatía realizado por las bailarinas Aurora Constanza y Zulema Morales junto con Mercedes Pacheco y Plena Inclusión para el Día Mundial de la Danza. También visionamos las pequeñas video-cartas del proyecto MU_DA con el que llevamos tres años y en el que participan; profesionales como Zulema y Aurora, el grupo de Danza de Plena Inclusión y que coordina Mercedes con los educadores del Museo.
El resto de la mañana, como la tarde anterior ,sucedió en las salas del museo comenzando por el propio calentamiento. En este calentamiento trabajamos trayectorias, direcciones, carreras y miradas para retomar el trabajo de sincronía en grupo y escucha activa. Tras esta parte las salas de pintura Fauve y expresionista, entre las salas 34 y 37 de la primera planta, se convirtieron en nuestro espacio de selección y de acción por medio de nuevo, como la tarde anterior, de la escritura automática. Obras como: Desnudo de rodillas ante un biombo rojo, la calay Franzïe ante una silla tallada, de Kirchner, Verano en Nidden, de Pechstein, El lector, de Hodler , Casas junto al río, la ciudad vieja, de Egon Schiele y Atardecer en otoño, de Nolde fueron las obras que eligieron las personas que participaban para realizar sus pequeñas variaciones individuales de movimiento. Una manera de mirar, dialogar y contar, desde el cuerpo, su relación con las obras.
Después de ese espacio de trabajo individual volvimos a lo grupal en la obra El sueñode Franz Marc. Cerrábamos nuestra investigación con un nuevo trabajo de escucha colectiva en forma de banco de peces. Una experiencia que a través de ese movimiento sincronizado y cuidadoso nos permitió ser conscientes del cómo, en apenas once horas de gran intensidad, habíamos asimilado algunas de las ideas y herramientas básicas objeto de este encuentro.
Para terminar y como cierre realizamos un espacio para hablar. Un espacio donde poner en común la experiencia, integrar los saberes adquiridos, poner encima de la mesa nuestra percepción de las propuestas, su alcance, utilidad, poética...
En la intensidad de esos dos días pudimos comprobar que el cuerpo es un aquí y un ahora y que escuchar y escucharnos lo transforma todo.