24 de diciembre: abrimos de 10:00 a 15:00. 25 de diciembre: museo cerrado.

Quinta pregunta dentro de la acción Tránsitos y miradas en línea, en colaboración con el Museo de Arte Miguel Urrutia, MAMU, de Bogotá. Relacionamos dos obras de nuestras colecciones, ¡¡Tu también puedes participar!! Aquí te contamos como hacerlo!!! 

Fernando Botero, Un pueblo. 1998. Colección MAMU (detalle)

 

Fernando Botero nació en  Medellín, Colombia, en 1932 y desde muy joven manifestó su interés en la pintura y el volumen. Tras una breve estadía en Tolú, en el caribe colombiano, en 1952 emprendió sus viajes por España, Italia, Francia y luego México, en busca de formación que le permitiera consolidar su estilo. Sus influencias, tan variadas como el arte mismo, abarcan desde el Renacimiento y su etapa del quattrocento marcado por pintores como Piero della Francesca, hasta la pintura mexicana, en especial la obra de Rufino Tamayo.

Al comienzo de su carrera, su obra tuvo características mucho más expresivas y menos figurativas que lo que conocemos ahora, y hacia finales de la década de los setenta empezó a consolidar el estilo que conocemos actualmente como el “boterismo”, su propia forma de expresión en torno al valor plástico del tratamiento del volumen, que lo convierte en uno de los artistas más reconocidos y prolíficos de Colombia. En su obra aborda la cotidianidad, la crítica social, la historia del arte y la religiosidad, por medio de recursos como la ironía, el humor y la sátira.

En este caso, el pueblo retratado en esta pintura es un lugar que puede o no existir en el mapa, pero que definitivamente existe en la memoria visual de los colombianos: los tejados cafés (marrones), los muros blancos y el piso empedrado son una herencia colonial y constituyen el estilo de muchas poblaciones del país. La vista de las montañas al fondo, las torres de la iglesia que sobresalen, la calle principal desierta y las chimeneas de las que sale humo, que dan cuenta de presencias que intuimos pero no podemos corroborar, son algunos de las posibles evocaciones que nos transportan a esa imagen de nuestro lugar en el mundo.

Este pueblo es también la referencia de un lugar que muchos han dejado atrás, pues no se ve a nadie transitando por sus calles, como si estuviera detenido en el tiempo.

Paul Cézanne, Botella, garrafa, jarro y limones. 1902-1906. Colección Museo Nacional Thyssen-Bornemisza (detalle)

 

El bodegón y el paisaje, fueron los dos grandes temas que sirvieron de “motivo” esencial a Paul Cézanne, para configurar su universo pictórico. Para Cézanne, la pintura no representa la naturaleza o los objetos, sino que en sí mismos el color y la forma, son unidades nuevas, inseparables. De allí que Cézanne entendiera el cuadro como una superficie autónoma, con unas reglas propias, en la que él rompe con la idea de profundidad heredada desde el renacimiento, y busca la comprensión del motivo a partir de la geometría. Esos elementos se encuentran presentes en la obra Botella, garrafa, jarro y limones, construidos a partir de la geometría, y conectados a través de la forma y el color. 

La obra corresponde a la etapa final del artista, cuando Cézanne regresa a su pueblo de origen, Aix-en-provence, al sur de francia, después de haber pasado la mayor parte de su vida entre París y otras poblaciones del sur. En esta obra observamos, como en muchos otros de sus bodegones, objetos que hacen parte de su hogar, son sus utensilios domésticos, y entre ellos destaca la jarra de cerámica con decoraciones florales, seguramente elaborada en alguna de las fábricas de la región. Los demás elementos son también de uso diario, una bandeja sobre la que además se ubica una garrafa, unos limones y tal vez un pedazo de pan. Más atrás percibimos la transparencia de una botella, todo dispuesto sobre un mantel del que alcanzamos a distinguir la cuadrícula. La obra se cierra con una división espacial estructurada en franjas horizontales que leemos como la pared de atrás. 

Llama la atención el uso de la acuarela para esta obra, técnica con la que Cézanne evoca sensaciones las de transparencia del cristal de la garrafa y la botella, y la contrasta con la opacidad de la jarra, efecto que consigue dejando el papel sin pintar, lo que también ocurre con otras superficies de la obra, en un sutil juego de transparencias que nos permite ver la estructura geométrica propia de la composición.  

¡Las obras juntas!

Estas pinturas son una invitación a evocar todas aquellas imágenes o recuerdos que nos transportan a esa sensación de seguridad que nos brinda lo conocido, nuestro hogar. En su caso, Botero nos transporta a ese pueblo típico, pequeño, que tal vez solo nuestra imaginación o nuestro recuerdo podría volver a llenar de personas compartiendo y disfrutando de esos espacios comunes. 

Con su bodegón, Cézanne nos coloca en el interior de alguna de estas casas y nos transporta con las sensaciones de los objetos más locales y cotidianos, con los colores y las atmósferas más entrañables que podamos conservar. Seguramente estamos en la cocina, y de allí podemos recuperar, además de las sensaciones que el pintor nos ha querido transmitir, todas aquellas relacionadas con los olores y sabores de nuestra casa, y las sensaciones de aquellos con quienes compartimos aquellas comidas. Nuevamente, solo nuestra evocación podría hacer aparecer los personajes ausentes aún en la escena. Y a ti ¿Qué te hace sentir en casa?

¡Participa!

A partir de la relación entre estas dos obras, te preguntamos ¿Qué te hace sentir en casa? Compártenos tus respuestas, o propón otra obra con la que tu relaciones esta pregunta, en el espacio de comentarios de este mismo post ?¡Gracias por participar!

Fecha de publicación:
16 de Abril de 2020
Imagen
Luz Helena Carvajal Bautista
Información sobre el autor:

Educadora Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

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