¿Por qué te fuiste?
Para responder a la pregunta que encabeza el post vamos a relacionar una obra del Thyssen con un cuadro del Museo de Arte Miguel Urrutia -nuestros compañeros en este proyecto-. Además de contaros las conexiones entre ambas piezas... también queremos que participeis... ¿Cómo?
Abel Rodríguez Muinane, Ciclo anual del Bosque de Vega, 12. 2015-2016. Colección MAMU
Esta selva representa la Amazonia colombiana donde nació Abel Rodríguez Muinane (río Igara Paraná, La Chorrera, Putumayo, 1941), indígena nonuya experto en cestería, investigación botánica y clasificación de árboles. Dentro de su comunidad lo llaman “el nombrador de las plantas’’, aquel que las conoce y les da nombre, pues desde niño, mientras caminaba por la selva, aprendió de sus ancestros cómo distinguirlas, cuáles eran sus características y sus transformaciones, según el periodo del año en el que se encontraran.
Presionado por las condiciones del conflicto armado en su territorio, a finales de los años noventa tuvo que desplazarse con su familia a Bogotá, donde comenzó a hacer dibujos y pinturas de plantas de la selva, recurriendo a su memoria.
En esta serie, Abel Rodríguez capta en doce dibujos de tinta y acuarela los sutiles cambios y las continuidades que se van produciendo en una franja de la selva a lo largo de doce meses. Por medio de ellos evidencia de manera poética y sensible su relación con la naturaleza, haciendo evidente la nostalgia del recuerdo no solo en el tema sino también en el trazo, las formas, el color y la composición espacial es básica, incluso inocente. Aún así, sus dibujos han servido para varias investigaciones botánicas en el país.
Su mirada no se podría describir como la de un artista sino más bien como la de un científico que representa su cotidianidad y que nos ofrece una imagen profunda y contemplativa, que nos permite entender mejor la relación del individuo con el espacio que habita.
Egon Schiele , Casas junto al río. La ciudad vieja. 1914. Colección Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
En 1910, Egon Schiele escribió a su cuñado Anton Peschka: “En Viena reinan las sombras, la ciudad es negra y todo son prescripciones... tengo que ver algo nuevo y quiero investigarlo, quiero paladear aguas oscuras y árboles que se quiebran, ver vientos salvajes; quiero mirar asombrado verjas mohosas, como viven todos ellos, escuchar bosques jóvenes de abedules y las hojas tiritando, quiero ver luz y sol y disfrutar al atardecer de los húmedos valles de color azul verdoso. Sentir como brillan los peces dorados, ver cómo se forman las nubes blancas, quiero hablar con las flores. Ver con cariño los prados y las gentes sonrosadas, conocer iglesias antiguas y dignas y pequeñas catedrales, quiero correr sin parar por redondeadas colinas y amplias llanuras, quiero besar la tierra y oler las suaves y cálidas flores del musgo; después crearé con tanta hermosura: campos de colores...”.
Inconforme con la agitación de la ciudad de Viena, Egon Schiele realizó viajes con la idea de encontrarse con el campo y la naturaleza. Uno de esos viajes lo llevó al pueblo donde nació su madre, Krumau, una pequeña población a orillas del río Moldavia (hoy Cesky Krumlov, República Checa), la cual visitó en 1910 con sus amigos, para luego montar un estudio con el escenógrafo Erwin Osen. Sin embargo, no vivió definitivamente allí, hasta un año después, en 1911, cuando intentó instalarse con Wally Neuzil, una joven de 17 años con quien tenía una relación romántica.
Su relación con una mujer tan joven, y su arte cargado de erotismo, hacen que Egon Schiele no sea bien recibido, y más bien sea escandalosa su presencia en el pueblo. Acosado por los vecinos, finalmente debe abandonarlo, expulsado, como le ocurrirá en otras poblaciones más.
A pesar de que sus estancias en Krumau no son muy largas, la huella de este lugar queda dentro del artista. Prueba de ello es la serie que inicia en 1911, con obras que recogen la estrechez de las calles y la geometría de las construcciones. A esta serie pertenece la obra Casas junto al río. La ciudad vieja, pintada en 1914. Egon Schiele no tendrá muchas ocasiones de volver a buscar esa conexión con la naturaleza y el paisaje, dada su prematura muerte en 1918.
Sin embargo, la inspiración de Egon Schiele no es literal, ya que al comparar la imagen del cuadro con el pueblo de Krumau, se puede comprobar fácilmente que el artista toma licencias formales como la ausencia de perspectiva, ya que el pueblo parece organizarse en un solo plano, como los cambios en las proporciones de los tejados, o incluir torres inexistentes. Todo esto con la idea de lograr esa expresividad dramática, esa ansiedad y soledad que evocan más bien, el mundo interior del artista.
Este es un pueblo sin gente, melancólico, que personaliza en las construcciones, y en sus ventanas, una soledad silenciosa, que se presenta como abrebocas a la destrucción física y moral del ser humano, y que la guerra pronto habría de mostrar abiertamente. El color sigue también esta misma línea, no es naturalista, si no que acompaña las tensiones y las emociones que al autor plasma en su obra.
¡Las obras juntas!
Es evidente que cada uno de estos artistas se acerca de forma distinta al territorio, y caben entre ellos muchos matices. Desde la contemplación profunda del bosque, de Abel Rodríguez, hasta la personificación dramática de las construcciones de Egon Schiele, hay muchas manera de transmitir amor, apego y una mirada sensible sobre el entorno. Sin embargo, lo que les une, y lo que queremos destacar, es su apego al territorio, las raíces que los conectan a él, y por eso hacen de ese lugar la inspiración de su obra.
Son circunstancias distintas las que los obligaron a irse y dejarlos, unas circunstancias más dramáticas que otras, pero ambos se enfrentaron a la partida obligada, al desprendimiento de aquel lugar que despertaba su ser sensible. En el caso de Abel Rodríguez, es evidente que su traslado tiene que ver con el desplazamiento forzado interno a causa del conflicto armado, mientras que Egon Schiele lo hace por decisión propia con la intención de reinventarse.
Para estos dos artistas, de lugares y momentos distintos, estas representaciones son una forma de evidenciarse a ellos mismos. Tanto Rodríguez como Schiele, nos cuentan que estos lugares marcan su historia, y no serían los mismos sin haberlos habitado, mucho o poco tiempo. Los dos llevan el territorio con ellos, y estos lugares se instalaron en ellos mismos.
¡Participa!
A partir de la relación entre estas dos obras, te preguntamos ¿cuál es el lugar que has tenido que dejar? ¿Por qué te fuiste? Compártenos tus respuestas, o propón otra obra con la que tu relaciones esta pregunta, en el espacio de comentarios de este mismo post ?¡Gracias por participar!