Muchas veces los profesionales de museos nos cuestionamos si hemos logrado transmitir nuestros mensajes. Incertidumbre que parece legítima, pero ¿es así cuando nos referimos a contextos del siglo XXI?

Observando lo que sucede en la práctica, parecería que estamos confundidos o conflictuados entre lo que entendemos que se debe hacer y lo que hacemos.

Los paradigmas contemporáneos exigen cuestionamientos tales como: ¿Es el museo un lugar que despierta el pensamiento original? ¿Es el museo un lugar que incita a hacer preguntas, incluso cuando no tenemos todas las respuestas? ¿Es el museo un lugar que cultiva la creatividad y la curiosidad y capaz de sorprender al visitante, un lugar que motiva la indagación, enriquece y amplía los horizontes de sus audiencias? ¿Es el museo un lugar que facilita el acercamiento de públicos diversos, que les permite reaccionar, identificarse y desarrollar una posición crítica?

Sin duda para la mayoría de los profesionales de museos, lo mencionado es obvio. Y entonces ¿por qué en la práctica seguimos actuando según paradigmas tan antiguos? Y si estamos de acuerdo que es necesario un cambio ¿cómo hacerlo?

En mi opinión el conocimiento y la aplicación de nuevas estrategias de mediación son una clave esencial. Pero un cambio estructural o metodológico no es suficiente.

Las diferencias entre los paradigmas contemporáneos y las prácticas que aún existen en muchos museos manifiestan un dilema profundo. Hasta podríamos decir que el museo sufre de esquizofrenia, en tensión entre una identidad elitista y una vocación democrática. Sobre todo cuando lo que llamamos “el mensaje” se enfrenta a la aspiración de acercarnos y ser relevantes para el público, a partir de un diálogo abierto, sensible a diferentes ideas que permite que los visitantes construyan su propio significado, pero a la vez, se debe compatibilizar con las narrativas canónicas del museo.

Los cambios mencionados están ligados a todos los componentes del museo y a las distintas fases de creación de una muestra, desde el concepto inicial, pasando por el diseño de los espacios expositivos y hasta los mínimos detalles de los dispositivos de mediación y de interacción con el público. Espacios que otorguen visitas con muchas entradas, sin un camino específico y sin un principio y un final, un personal que sepa promover preguntas con la finalidad de ayudar al visitante a descubrir por sí mismo, procesos que estimulen intercambio de ideas para ayudar a elaborar la información y contextualizar la interpretación desde perspectivas múltiples.

Con este propósito resulta indispensable la capacitación profesional en todos los niveles del museo: directores, financiadores, curadores, diseñadores y educadores. Sólo expertos con conocimientos profundos y herramientas adecuadas serán capaces de hacer diferencia.

Por lo tanto, Se precisa algo mucho más profundo y más reflexivo que un modelo de visita. Es necesario un proceso que requiere una metamorfosis conceptual en tanto cambio de paradigmas, un cambio que nos exige cuestionarnos con franqueza si estamos dispuestos a compartir las posiciones de poder y de control con nuestros visitantes.

Conseguirlo está en nuestras manos.

Fecha de publicación:
11 de Julio de 2016
Imagen
Judith Saban
Información sobre el autor:

Investigadora

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