Imaginar el museo
Durante muchos años, vivir en la casa de las musas no ha sido tarea fácil para aquellos que hemos apostado por educar en los museos.
Como en todas las comunidades de vecinos la convivencia no suele ser fácil, sobre todo cuando tenemos la difícil misión de compartir espacio con aquellos que hasta poco tiempo “han conservado” en exclusividad los títulos de propiedad del “museion”.
Con el tiempo y después de mucho esfuerzo, hemos conseguido consolidar nuestro espacio en las buhardillas o en los sótanos de la institución, espacios apartados a la vez que privilegiados. Porque si bien es cierto que nos ha obligado a esforzarnos más, en cambio nos ha permitido tener una perspectiva diferente de la sociedad para la que trabajamos. Lugares donde también fueron relegados las musas y los duendes que nos aportan la imaginación necesaria para convertir meros contenedores de objetos y obras de arte en espacios para el descubrimiento, la experimentación y la libre interpretación de las obras de arte.
Somos herederos de pioneros que hace tiempo comenzaron la labor de establecer las bases de un museo democrático, accesible a todo tipo de personas sin que importara su condición social ni nivel cultural. El nuestro es un reto continuo ya que –a diferencia de otras instituciones educativas- nos relacionamos con una diversidad de públicos que a veces es difícil de afrontar, y con una revolución tecnológica continua a la que es difícil adaptarse.
De los pioneros de la democratización de la cultura quiero rememorar las profecías previstas por André Malraux, al publicar, en 1947, el Museo imaginario, las cuales se están cumpliendo hoy más allá de sus visionarias expectativas. En efecto, la tecnología digital ha despegado la fotografía de su soporte en papel, ha promovido la proyección ampliada de la imagen en color de alta resolución y, finalmente, ha independizado el público de la sala de exposiciones. El escritor y político francés sostenía que, gracias a la reproducción fotográfica, se habría podido construir un museo imaginario, una especie de conjunto ideal de obras de arte de diferentes épocas y culturas conservada en diferentes lugares.
Asistimos a una nueva transformación del significado de la obra de arte y de la consolidación de una nueva era en el complejo y diverso mundo de los museos. La nuevas tecnologías, que un principio parecían el enemigo público número uno de la experiencia presencial en el museo, se han convertido en aliado que ayuda a introducir nuevos públicos, un nuevo tipo de museo que es el producto de la prodigiosa evolución del Museo imaginario.
El concepto virtual, en relación con los museos, se ha generalizado con la revisión realizada por el ICOM en 2001. La definición de museo se ha ampliado a centros culturales y otras entidades que faciliten la preservación, el mantenimiento y la gestión de patrimonio intangible o tangible de recursos (patrimonio vivo y actividad creativa digital).
El museo se abre ante nosotros como un escenario apasionante donde poder actuar con una diversidad de actores culturales, educativos y tecnológicos que, si “sabemos dirigirlos bien”, puede convertirse en un espacio de confluencia cultural donde conjugar las diferentes artes con el patrimonio que conservamos y divulgamos. Repensar el museo para hacer de él un espacio abierto a la creatividad, donde compartir ideas y valores. Un espacio donde dejar volar la imaginación.