Des-centrarse para re-posicionarse
¿Depende nuestra tarea de las exhibiciones? Empecemos por la queja: las personas que trabajan en educación en museos suelen sentirse aisladas y disminuidas dentro de sus instituciones. Dada la repetición del caso, algo de verdad debe existir…
Ahora bien, vamos a tratar de pensar por qué sucede esto -y qué responsabilidad nos ocupa- para dejar abiertos algunos interrogantes sobre qué es o podría ser la educación en museos.
¿La educación como digestión? En muchas instituciones se establece una concepción lineal del trabajo. Como una cadena de producción, la elaboración de un producto cultural transita de un área hacia la otra. Partiendo de una concepción moderna y jerárquica, cada uno de los sectores tiene responsabilidades estancas que van del centro a la periferia (o de “arriba” hacia “abajo”). En esta lógica, el área de educación se ubicaría casi al final de la cadena, para ser provista de un producto prácticamente cerrado y definido.
Explícita o implícitamente, esta cultura institucional refleja una concepción de la educación como transposición, traducción o transcripción de lo complejo a lo simple. Divide de forma tajante entre expertos que “producen” cultura y el público que “accede” a ella, para lo cual necesariamente dicho producto cultural necesitaría perder calidad y complejidad.
Cómplice necesario, el área educativa debería limitarse a digerir información sin mayores cuestionamientos.
Pues, cambiemos de perspectiva.
Descentrémonos – comencemos el debate.
Un cuerpo holístico y pensante: Guste o no guste, no hay una cabeza institucional. Queremos decir, no hay un solo foco de pensamiento.
Conectado o no con otras áreas, al departamento de educación corresponde el abordaje de una serie de ejes problemáticos y debates culturales que exceden ampliamente los contenidos específicos de una exhibición. Los mismos, deberían ser parte constitutiva de todo programa de trabajo.
En el gráfico de arriba presentamos -como ejemplo- algunos núcleos centrales de la propuesta educativa de Fundación Proa. No los postulamos como los únicos posibles. Sin embargo, la selección de estos ejes responde a una serie de criterios concretos.
Por una parte, reconocer a las producciones artísticas –obras, exhibiciones- como parte de fenómenos culturales más amplios, evitando que los debates se limiten a un campo disciplinar específico. Esta ampliación y conexión entre estos campos problemáticos no es una consecuencia natural del trabajo, sino una meta buscada.
Así, la revisión crítica de una curaduría específica puede llevar a reflexionar sobre el rol de la curaduría en la actualidad, los cambios en la construcción de los relatos institucionales y los distintos tipos de espectador que cada una supone.
Por otra parte, la conjugación de aspectos personales, comunitarios y sociales aparecen como otra de nuestras líneas de trabajo permanentes. Esto implica reconocer la potencia de la experiencia tanto individual como colectiva y trabajar sobre ella.
En resumen, podemos decir que en nuestra modalidad de trabajo, la exhibición no determinará completamente nuestra propuesta: en un movimiento doble, también nuestros programas y sus núcleos problemáticos guiarán la selección específica que se realice sobre la muestra.