Una alternativa educativa
La educación no directiva es una corriente pedagógica que desde hace décadas se viene desarrollando en escuelas privadas y públicas en diferentes países europeos, y que de forma casi anecdótica podemos encontrar actualmente en España.
Los beneficios de este modo de aprendizaje son indiscutibles no solo en las niñas y los niños sino en todas las generaciones, pero su desconocimiento en este país es aún latente. Por su gran atractivo me cuestiono si es posible su aplicación en los museos, o si tiene sentido hacerlo como una forma de repensar el vínculo entre las personas y este.
Desde Schumacher College en Inglaterra, fundado por el pensador Sathis Kumar, se aplica este método para el acceso al conocimiento de las personas adultas que allí se forman cada año. En Europa hay otros dos magníficos ejemplos de educación no directiva y educación creadora, de los cuales podemos tomar ideas para aplicar en los museos. Uno se encuentra en la región de Reggio Emilia en Italia, donde aún perviven los principios que Loris Malaguzzi creó en las escuelas públicas infantiles con espacios y formatos diseñados para propiciar la creatividad, y cuya influencia podemos encontrar a día de hoy en la ciudad de Pamplona. El otro gran ejemplo al que podríamos recurrir para inspirarnos es el que Arno Stern creó en París en su pequeño taller artístico con una profunda comprensión del dibujo orgánico del ser humano.
Estos tres ejemplos nos hablan de la necesidad que hay presente pero invisible de tratarnos las personas de otra forma, rompiendo el muro que separa a educador/a de alumno/a, o a institución de público. Este muro que históricamente ha permitido una comunicación entre ambos agentes de superior a inferior, desaparece en estos lugares para otorgarle al/la usuario/a un trato horizontal, tenga la edad que tenga.
¿Dónde está la clave y la diferencia? Para que este método se pueda aplicar lo fundamental es el papel que realiza el /la educador/a. Este/a tiene que cambiar por completo, pasando de un primer plano a un plano casi invisible. Apenas se debe percibir su presencia en el espacio gracias a su ausencia de intervención. Lo que hay tras las bambalinas por no verse no deja de ser necesario en la función. Su roll fundamental es el de acompañar en el proceso de aprendizaje, pero no el de enseñar nada. Estos acompañantes ofrecen los materiales y escenarios necesarios para el desarrollo de la actividad, pero las herramientas y las formas de usarlas parte de la decisión de lo/as usuario/as. En esta toma de decisión autónoma es donde se crea el aprendizaje.
Esta relación entre educador/a y usuarios es más que democrática, es simplemente respetuosa. Ya que en este proceso no existen los juicios de valor, no existe la prisa, no importa el resultado sino el momento disfrutado y dedicado. Y por supuesto la creatividad, que no es fomentada porque ya existe, sencillamente se cuida.
En resumidas cuentas, con este formato se invita a que las personas expresen y compartan libremente en espacios y momentos diseñados para la autenticidad y el bienestar en una sociedad llena de prejuicios e insatisfacciones. Por todo esto y más, que mejor que un museo o sitio patrimonial para aplicar esta fórmula.